jueves, 9 de febrero de 2012

Tercer Acto




A medida que se acerca el cierre del ciclo de ‘Cruce de caminos’ voy recorriendo paso por paso, desde el comienzo, desde escribir esa primera canción, cada momento que ha hecho de estos años los más excitantes y aleccionadores de mi vida.

Acabo de cumplir 36 años y tengo claro que este ciclo empezó a finales de 2006, cuando tenía 30 y decidí recuperar el control de mi vida, y ese proceso habría sido infructuoso de no haber contado con el apoyo incondicional de mi familia y de la gente que estuvo cerca en los peores momentos y, ¿por qué no decirlo? Recuperé el control de mi vida también gracias a la gente que se quiso ir. Los grandes procesos en la vida generan una decantación en tus círculos más cercanos que hacen que se vaya lo que no sirve y se quede lo que alimenta.

Alguna vez escribí o dije que la primera de las 30 canciones que compuse para este ‘Cruce de caminos’ tenía un título que resultaría ser premonitorio para todo lo que estaba viviendo y viviría en los años por venir, esa canción se llamó ‘Aprendizaje’. No quedó en la selección final por motivos que ahora al oírla son obvios, no era una canción muy afortunada, pero realmente todo esto ha resultado un gran aprendizaje.

Aprendí que en mi vida son fundamentales 3 palabras, tanto lo son que las llevo tatuadas en mi piel, y esas palabras son CONSTANCIA, EQUILIBRIO y COHERENCIA. Vaya empresa la de aplicar por lo menos alguna de esas tres! Se que soy constante, una manera positiva de denominar la terquedad, porque perseguí mi sueño y ahora lo vivo y lo cultivo, y se que en la constancia intentaré encontrar el equilibrio y mantener la coherencia, algunas veces con éxito y otras no, pero siempre en el intento.

Aprendí que mi mayor enemigo fui siempre yo mismo, y que durante muchos años la única persona que se interpuso en mi crecimiento emocional, espiritual y profesional fui yo mismo. Nada más facilista y patético que buscar enemigos, y esa fue mi tarea en mis días más oscuros. Culpando a mis padres, culpando a las mujeres que pasaron por mi vida, culpando a los de la radio, culpando a los disqueros, culpando a los colegas, en fin, culpando al mundo entero de mi tormenta, sin mirar hacia adentro para encontrar al verdadero culpable. Fue en el preciso instante en que me di cuenta que la responsabilidad de mi vida estaba en mis manos, y solamente en mis manos, que todo encajó donde debía.

Aprendí que lo más relevante en el proceso creativo artístico es la honestidad, ni hablar de todos los demás aspectos de la vida y la sociedad, pero en el arte es el mayor activo, y el terreno más fértil y longevo para crear un lazo indestructible entre quien hace y canta una canción y entre quien oye y siente esa canción. Me he dado cuenta que la relación que hemos entablado con muchas de las personas que siguen lo que hacemos va mucho más allá de una canción, compartimos una manera de ver y vivir la vida. Es en la honestidad donde se encuentra la propia voz.

Aprendí que no hay absolutos, que cada quien tiene su propia verdad, y que las palabras ‘bueno’ o ‘malo’ no aplican en el arte. El arte solamente puede ser medido en terminos subjetivos, una obra te dice algo o no te dice nada, te llega o te pasa de largo, ya sea una pintura, una película, una canción, pero el artista, o por lo menos quisiera pensar que la mayoría de artistas tuvieron motivos reales y suficientes para crear esa obra.

Aprendí que soy inseguro, y que sigo teniendo un tirano que vive dentro de mi y me impide disfrutar de todo a plenitud. A veces parece ese viejo y cansado dictador que todavía cree tener el poder cuando en realidad sus días están contados, y otras parece ese déspota firme y vigoroso con el poder de arrasar con quien se le atraviese para hacer su voluntad. Es una lucha permanente que a la vez inspira y reta, pero así mismo una lucha agotadora que ha dejado muchas víctimas. Aprendí que me aferro a esa inseguridad y trato de manejarla a mi favor.

Aprendí que es en la incertidumbre donde me siento más cómodo para crear, más que buscar respuestas he ido buscando preguntas, porque las respuestas no están en mis manos, en cambio las preguntas son mi absoluta potestad.

Sobre todo aprendí que amo lo que hago, y que le agradezco a la vida poder sentarme a escribir una canción, para luego entrar a un estudio y grabarla, y así finalmente poder compartirla con quien quiera hacerlo.

Este camino lo recorremos juntos, lo padecemos juntos, y lo disfrutamos juntos, en otras palabras, lo vivimos juntos.