viernes, 5 de julio de 2013

CONTROL

Me he reunido ultimamente con artistas amigos, colegas que están a punto de lanzar sus nuevos discos, proyectos en los que han invertido el alma, y de ahí para abajo una cantidad de talento, esfuerzo y dinero muy importante, adentrándose a esa maravillosa desnudez que significa mostrar canciones nuevas. La mayor parte de ellos son compositores de sus propios temas, con lo cual esa desnudez es aún más profunda.

A todos de ellos los asaltan las mismas dudas que nos han asaltado a todos, y, lamento decirlo, nos siguen asaltando, ¿el disco será bien recibido?, ¿mi canción tendrá la exposición que quiero en la radio?, ¿podré tener el espacio necesario para mostrar mis canciones en vivo?

El control es una ilusión, lo que pasa es que al ser humano le fascina creerse la mentira que tiene el control sobre sus situaciones. En todo el proceso que significa la construcción de un disco esa ilusión llega hasta el momento de la masterización, uno puede creer tener control sobre las canciones que escribe, puede creer compartir el control del desarrollo de esas canciones con el productor del disco y darles el sonido que pretende, y puede influir en como se desarrolla la mezcla y la masterización de su álbum, pero a partir de ese momento la neblina es espesa y se extiende por kilómetros a la redonda, no se ve a dos metros de la nariz, y no hay certeza alguna de lo que ocurrirá con el siguiente paso.

Si uno va a tener un equipo que desarrolle el disco comercialmente, ya sea una disquera o un equipo de promoción y comercialización independiente, debe confiar en el trabajo de esa gente, pero si acerca bien la lupa, ahí ya entraron otras manos a funcionar en el proceso, ya esa ilusión de control se va dividiendo en varios factores.

Como la música es de gustos, pues nada garantiza que al director de tal o cual emisora o medio de comunicación le guste lo que uno hace, así que ya entramos a un plano subjetivo en el que la ilusión de control se sigue desvaneciendo. La anterior premisa parte de la base que la decisión de la programación de la emisora se dicta exclusivamente bajo la directriz del gusto y la visión del director de esa emisora , o de la cadena radial, pero para efectos de este texto la conclusión es la misma, la ilusión de control se sigue diluyendo.

Y llegamos al público, al oído del oyente, la segunda variable más relevante de esta ecuación después de las canciones, y ahí si nadie, absolutamente nadie, tiene el control, por más que haya gente que nos quiera vender lo contrario, la canción le llega a la gente, o no, así de simple, sin importar la vía por la cual lo hizo, y afortunadamente ahora las vías son muchas. 

La omnipresente internet y sus distintas plataformas de streaming y video, abren un panorama inagotable de posibilidades de autopromoción para el artista, y en esas plataformas lo verdaderamente relevante es la identidad, lo auténtico, lo que lo hace a uno diferente de otro músico, y lo que lo hace a uno parecido a su público, con lo que ese público se puede relacionar. La identidad es parte de tu ser, ahí nadie puede ejercer presión, nadie tiene la ilusión de control sobre eso,  y es exactamente eso es lo que debe trasmitir el arte.

Nos preocupamos pensando en el desarrollo del disco, cuando lo importante es ocuparnos en que su contenido sea coherente, serio, estructurado. Lo fundamental en esto siguen siendo las canciones, esas ultrajadas obviedades en la industria actual del entretenimiento, y es ahí donde esa ilusión de control está más a la mano. Hagamos canciones de las que nos sintamos orgullosos, ahí si tenemos todo el poder de influencia, y seguramente si partimos desde ese punto, lo demás vendrá.

Bonus Track: Que nadie nos limite demográficamente las canciones, la demografía es una ciencia inútil en la música, cuando la canción aparece llega donde tiene que llegar, sin importar edad o posición social. A la mierda con los términos 'juvenil' o 'adulto contemporáneo', una canción, cuando es canción, atraviesa la pared que se le ponga en frente.

viernes, 8 de febrero de 2013

INFALIBLES

En el día a día la gente hace las cosas lo mejor que puede, esos quienes tienen la fortuna de hacer algo que les gusta hacer, los otros, los que hacen lo que les toca, hacen las cosas apenas bien, o de mala gana, según su ética de trabajo.

Esa gente, todos nosotros, somos quienes oímos música, cada uno en el escenario que sus posibilidades lo permite, unos en la radio, otros en las plataformas digitales, y estamos los pocos que compramos música, discos. Esa gente, todos nosotros, tenemos la triste costumbre de pedirle infalibilidad a nuestros ídolos, obviamente a nuestros artistas, y no perdonamos cuando el trabajo que nos ofrecen no se acerca a lo genial, sin importar lo geniales que hayan sido en algún momento, los queremos infalibles.

Alguna vez una estrella de la música latina, de esos que dominan los listados Billboard de ventas de discos y sonadas en radio, dijo una frase que encontré tan triste como cierta, dentro del escenario comercial de la música y el público que se alimenta de él, esta estrella dijo: 'uno es tan bueno como su último sencillo...' La arrogancia con la que exigimos esa infalibilidad es tan grande como la mediocridad con la que afrontamos nuestros propios emprendimientos. Y esa arrogancia le permite a esa gente, a todos nosotros, tirar por la borda momentos geniales, discos brillantes, simplemente porque la nueva propuesta no les dijo nada, y lanzan frases, esa gente, todos nosotros, como 'está acabado'.

Tenemos poca memoria, y nuestra propia mediocridad nos sirve de escudo para tirar la piedra y esconder la mano al paso del ídolo de otros tiempos, que es tan osado de atreverse a seguir haciendo música a pesar de su genialidad. Me remito a la música porque es mi escenario, pero pasa en el fútbol, en el cine o en la tv, pasa donde hay ídolos.

Esa gente, todos nosotros, no respeta trayectoria, y menos en un país donde las figuras que le dieron un giro trascendental a la industria discográfica nacional (léase bien que no digo a la música como forma de arte, me refiero a la música como industria), como Carlos Vives y su colectivo de La Provincia con Iván Benavides, y los Bloque, y los Sidestepper, o Los Aterciopelados, apenas se mueven entre los 45 y 50 años. Les exigimos como si nos debieran, cuando lo que han hecho es darnos a raudales.

Pero vaya alguno de nosotros, de esa gente, a ser capaz de hacer un 'Tengo Fé', o un 'Caribe atómico', o algo de ese calibre en lo que cada uno hace, ahhhh, ahí la cosa ya no es tan sencilla. A esa gente, a todos nosotros, le cuesta tener leyendas, pero no por falta de candidatos, es simplemente porque tenemos la cabeza tan metida entre las piernas que nos cuesta valorar lo que el de al lado hace.

Decía mi amigo Nacho Mañó (@NachoPresuntos) que en España hay un dicho popular que reza: 'Pero cómo va a ser buen poeta? Si es vecino mío...' No es un llamado a la mediocridad ni mucho menos, también es cierto que de quienes nos han removido el alma y el cuerpo esperamos grandes cosas, pero que ese deseo nos se convierta en exigencia déspota, y que esa exigencia déspota no nuble la memoria, ni deslegitime el merecido lugar de la gente que nos ha llenado de música, y sobre todo, ojo con la sentencia fácil. Infalibles en la opinión y en la crítica, pero inflamables en la acción.