viernes, 8 de febrero de 2013

INFALIBLES

En el día a día la gente hace las cosas lo mejor que puede, esos quienes tienen la fortuna de hacer algo que les gusta hacer, los otros, los que hacen lo que les toca, hacen las cosas apenas bien, o de mala gana, según su ética de trabajo.

Esa gente, todos nosotros, somos quienes oímos música, cada uno en el escenario que sus posibilidades lo permite, unos en la radio, otros en las plataformas digitales, y estamos los pocos que compramos música, discos. Esa gente, todos nosotros, tenemos la triste costumbre de pedirle infalibilidad a nuestros ídolos, obviamente a nuestros artistas, y no perdonamos cuando el trabajo que nos ofrecen no se acerca a lo genial, sin importar lo geniales que hayan sido en algún momento, los queremos infalibles.

Alguna vez una estrella de la música latina, de esos que dominan los listados Billboard de ventas de discos y sonadas en radio, dijo una frase que encontré tan triste como cierta, dentro del escenario comercial de la música y el público que se alimenta de él, esta estrella dijo: 'uno es tan bueno como su último sencillo...' La arrogancia con la que exigimos esa infalibilidad es tan grande como la mediocridad con la que afrontamos nuestros propios emprendimientos. Y esa arrogancia le permite a esa gente, a todos nosotros, tirar por la borda momentos geniales, discos brillantes, simplemente porque la nueva propuesta no les dijo nada, y lanzan frases, esa gente, todos nosotros, como 'está acabado'.

Tenemos poca memoria, y nuestra propia mediocridad nos sirve de escudo para tirar la piedra y esconder la mano al paso del ídolo de otros tiempos, que es tan osado de atreverse a seguir haciendo música a pesar de su genialidad. Me remito a la música porque es mi escenario, pero pasa en el fútbol, en el cine o en la tv, pasa donde hay ídolos.

Esa gente, todos nosotros, no respeta trayectoria, y menos en un país donde las figuras que le dieron un giro trascendental a la industria discográfica nacional (léase bien que no digo a la música como forma de arte, me refiero a la música como industria), como Carlos Vives y su colectivo de La Provincia con Iván Benavides, y los Bloque, y los Sidestepper, o Los Aterciopelados, apenas se mueven entre los 45 y 50 años. Les exigimos como si nos debieran, cuando lo que han hecho es darnos a raudales.

Pero vaya alguno de nosotros, de esa gente, a ser capaz de hacer un 'Tengo Fé', o un 'Caribe atómico', o algo de ese calibre en lo que cada uno hace, ahhhh, ahí la cosa ya no es tan sencilla. A esa gente, a todos nosotros, le cuesta tener leyendas, pero no por falta de candidatos, es simplemente porque tenemos la cabeza tan metida entre las piernas que nos cuesta valorar lo que el de al lado hace.

Decía mi amigo Nacho Mañó (@NachoPresuntos) que en España hay un dicho popular que reza: 'Pero cómo va a ser buen poeta? Si es vecino mío...' No es un llamado a la mediocridad ni mucho menos, también es cierto que de quienes nos han removido el alma y el cuerpo esperamos grandes cosas, pero que ese deseo nos se convierta en exigencia déspota, y que esa exigencia déspota no nuble la memoria, ni deslegitime el merecido lugar de la gente que nos ha llenado de música, y sobre todo, ojo con la sentencia fácil. Infalibles en la opinión y en la crítica, pero inflamables en la acción.