miércoles, 15 de enero de 2014

El odio enquistado

Sí, fue un tuit insensible en un momento muy sensible para mucha gente, para su familia, y para todos los seguidores de su música, que además son muchísimos, a la altura de su larga y prolífica carrera. Cuando me enteré de la muerte del cantante y compositor vallenato Diomedes Díaz, y cuando empecé a ver y leer el despliegue de los medios ante este hecho, me imaginé que la familia de Doris Adriana Niño debía estar reviviendo con dolor el episodio de su muerte, no por capricho mío, sino porque en todos los informes hablaban de este hecho en el que Diomedes se vio involucrado, y me puse en el lugar de sus padres, como padre que ahora soy, lo que derivó en el tuit que publiqué, sin haber hecho el ejercicio espiritual de también ponerme en el lugar de la esposa, hijos, amigos, dolientes y miles y miles de seguidores del llamado 'Cacique de la junta', quienes a su vez estaban sumergidos en un profundo dolor. 

Inmediatamente recibí reacciones aireadas en contra de mi mensaje y en ese debate hubo una serie de respuestas de mi parte, muchas de ellas desafortunadas para el momento.

Mi intención nunca fue celebrar la muerte del señor Díaz, nunca me he alegrado, y estoy seguro que no lo haré, por la muerte de nadie. Toda vida merece ser respetada, toda! Tampoco quise ofender un género musical que forma parte preponderante de nuestra identidad como país, del cual soy admirador, y muchísimo menos ofender a una región maravillosa como la costa Caribe, que dicho sea de paso, ha sido infinitamente generosa conmigo y con mis canciones, por lo cual estoy muy agradecido.

Debido a mi tuit, y a los comentarios posteriores, recibimos sinnúmero de insultos, mensajes agresivos, e incluso varias amenazas de muerte contra mi, y lo que es peor, contra mi familia.

Varios de ustedes conocen este episodio que estoy narrando, y otros se estarán enterando a medida que leen este blog, pero lo que quiero compartir realmente es lo que me ha dejado.

Me ha dejado la sensación de que el odio lo tenemos enquistado en nuestro ADN. Me ha dejado la sensación que vivimos tan frustrados con nuestra realidad, y ha pesado tanto la historia de sangre y muerte que hemos padecido como nación, que no tenemos otra manera de relacionarnos con quien piensa distinto que no sea a los insultos, a los golpes, e incluso a bala.

Me ha dejado la sensación que la violencia también se nos enquistó en el ADN. Que buscamos incansablemente excusas para permitirnos desfogar la ira que nos generan nuestras frustraciones, con quien primero encontremos en el camino y que no nos caiga en gracia. Buscamos también, incansables motivos para separarnos, nos concentramos en la diferencia, y no en el punto en común. 

Nos separan nuestras inclinaciones políticas, y nos agredimos profundamente por nuestra intención de voto. Nos separan nuestras pasiones futbolísticas, y mueren jóvenes simplemente porque llevaban una camiseta de un equipo rival. Nos separan barrios, y más jóvenes mueren porque se quedaron dormidos en el bus y terminaron en un barrio vecino que era controlado por una pandilla rival. Nos separan nuestras fronteras internas y nos burlamos menospreciando la idiosincracia de la región vecina.

Tan sorprendido me encontré leyendo la cantidad de barbaridades que me escribían atacándome, como con las publicaciones de algunos 'defensores' míos que usaban el mismo lenguaje ofensivo, o incluso peor, que quienes me reclamaban, simplemente con el argumento que son de otra región del país, o porque les gusta otro género musical.

Sentí miedo, no sólo por mi seguridad personal y la de mi familia, sino también sentí miedo como ciudadano, y era un miedo acompañado de tristeza, porque en un momento como el que estamos viviendo ahora, con tanto en juego por nuestro futuro como país, la tolerancia y el perdón parecen demasiado lejanos.

Tolerancia y perdón, dos palabras que encierran tanto poder, dos significados que solamente tienen sentido cuando los empezamos a aplicar hacia nosotros mismos. Tolerar y perdonar nuestros errores, para poder tolerar y perdonar los del vecino, tan sencillo y tan poderoso como eso, viéndolo bien, la tolerancia y el perdón no son nada más, ni nada menos, que un espejo en el cual nos miramos, y ahí debe empezar todo.

Como lo dije en algún tuit posterior, la lección que me ha dejado este episodio es inmensa, me vi reflejado en todo lo que pasó, y hubo muchas cosas de mi mismo que tuve que tolerar y perdonar.

Lo que sí tengo claro, y quiero gritar desde lo más profundo de mi alma, es que me rehuso a llevar el odio y la violencia enquistados en mi ADN. Empiezo por ahí, y creo que es un buen comienzo.